Las lenguas son fluidas, se mezclan, evolucionan generando nuevos vocablos que se adaptan a las nuevas realidades; cambian las formas de pronunciar, los acentos y las maneras de escribir. Se podría afirmar, como dicen algunos lingüistas, que son seres plenamente vivos. Todas ellas son sistemas de comunicación totalmente válidos diseñados para facilitar el entendimiento, siendo su finalidad unirnos en el mágico proceso comunicativo.

España es rica en lenguas y éste es un patrimonio que debe enorgullecernos. Entre ellas, el castellano constituye el idioma nativo de un enorme número de personas a nivel mundial, incluso más que el inglés, aunque este dato pueda sorprendernos. Sin embargo, el inglés es más estudiado como segundo idioma que el español, estimándose alrededor de más de 1000 millones de hablantes no nativos, frente a unos 400 millones de personas que usan el inglés como su idioma nativo.

El número de hablantes que posee un idioma le otorga importancia en cuanto a la potencialidad de comunicación en un mundo que se encuentra en un cambio acelerado. Cuantos más idiomas se conozcan, mayor cantidad de fuentes fidedignas se pueden consultar, para tener una visión más crítica, que aporte ideas constructivas sobre aquello que se necesite. Internet ha desplazado a los libros y enciclopedias como primera de fuente de consulta: encontramos ingentes cantidades de información de manera más rápida a través de la red. Sin embargo, no tenemos garantías de que mucha de esa información sea fiable. Sin duda, poder contrastar fuentes con iguales informaciones en distintos idiomas es un filtro de calidad del dato y permite conocer el origen de los mismos

Cuantos más idiomas se dominen, mayor será la posibilidad de comunicarnos con otros y también de acceder a la información real, sin tergiversaciones que pudieran darse por malas traducciones, y que nos permitan conocer, por ejemplo, qué está sucediendo a tiempo real en Estados Unidos, China, Alemania o Turquía. Es importante tener esa capacidad de poder informarse de lo que se está haciendo en el mundo, dándole su debida relevancia a todas las lenguas.

En nuestro mundo globalizado el inglés se ha convertido en la lengua internacional por excelencia, debido a que cada día es empleada crecientemente en todas las áreas del conocimiento, en el trabajo y en las relaciones humanas. Si se realizan estimaciones, nos damos cuenta que aproximadamente un 60% de la información de los artículos en revistas científicas con mayor alcance social están en inglés lo que otorga un sinfín de ventajas a los hablantes que dominen este idioma, tales como el intercambio y cooperación internacional entre países y universidades, el acceso a proyectos de investigación, una mayor proyección del turismo o el desarrollo de empresas, entre otros. Su aprendizaje ya no puede verse como un capricho o un lujo, sino como una necesidad clara y evidente, colocando en situación de desventaja a quien no lo domine. No hablamos sólo de países concretos, como Estados Unidos o Gran Bretaña; la globalización de las últimas décadas ha hecho que el inglés haya ido avanzando con respecto a las lenguas nativas de cada lugar geográfico. En países pequeños el inglés es imprescindible para comunicar en este idioma en cualquier intercambio cultural, económico y político fuera de sus fronteras. Incluso en  pequeños lugares donde la población no domina dicho idioma, se usa en palabras coloquiales o incluso se adapta en modismos y conceptos abstractos.

Siendo el inglés el idioma más utilizado a nivel mundial, su enseñanza representa una necesidad de tipo global y no un privilegio, independientemente de la edad o la profesión; para cualquier persona es fundamental tener conocimientos y destrezas de la lengua inglesa.

EL SISTEMA EDUCATIVO DEBE IR EQUILIBRANDO EL USO DE LAS LENGUAS CONFORME A LAS NECESIDADES DEL ALUMNADO

Lo expuesto anteriormente nos conduce, necesariamente, a la posición de la enseñanza de las diversas lenguas en el sistema educativo. Dentro de este mismo fenómeno de transformación constante, el sistema educativo debe ir equilibrando el uso de las lenguas conforme a las necesidades del alumnado, quienes siguiendo el ejemplo planteado, deberán aprender de forma proporcionada las lenguas de su territorio -castellano y valenciano-, presentes y necesarias en su entorno. Pero también lo será el inglés. Nuestro sistema educativo, si quiere ser inclusivo y de calidad, debe garantizar que nuestros jóvenes salen de las escuelas con un dominio de la lengua inglesa que les permita llevar a cabo una comunicación fluida en cualquier punto del planeta, para lo que el inglés y castellano son imprescindibles.

En el proceso de formación de niños y jóvenes, ninguna lengua debe ser exclusiva o excluyente. Si por ejemplo, en la Comunidad Valenciana se emplean el castellano y el valenciano, no debe estar una por encima de la otra, sino que han de estar ambas presentes de una manera razonable, pues con ellas se busca sumar, no discriminar en el ejercicio del derecho a la educación. La selección del uso de las lenguas ha de hacerse entonces en función de su finalidad; por ejemplo, debe aprenderse la del entorno familiar, el entorno geográfico y, a su vez, la que le permita tener acceso a conocimientos más globales, como el inglés, que es la única herramienta capaz de facilitar la comunicación entre pueblos y culturas que comparten pocos rasgo en común, pero que se unen mediante el uso de una lengua conocida por todos ellos.

En el ámbito educativo, la enseñanza del inglés se vuelve esencial, no sólo por cuestiones profesionales o laborales, sino también como herramienta fundamental para comunicarse, poder acceder a más conocimiento, y a información instantánea y veraz para estar actualizado, entre otros. Esto nos lleva a concluir que nunca será tarde para aprender inglés y, por tanto, tenerlo presente en el plan académico español en todas las etapas de enseñanza se hace imprescindible, desde infantil hasta la universidad. Es una responsabilidad de nuestras administraciones educativas que debemos exigir como garantía de futuro. No hay excusa para no hacerlo si queremos mirar al mundo de oportunidades que se nos ofrece más allá de nuestra ventana.